La era del casete
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Este sábado 7 de
septiembre se celebra el “Día internacional del casete”, una
fecha que pasa casi inadvertida, pero no en la tienda de discos Rock
n Roll. Aquí su propietario, Toño Díaz, nos conduce hacia un viejo
archivero de lámina, donde al jalar la gaveta superior aparece un
centenar de casetes: usados, nuevos con su celofán original,
clásicos del rock o del pop, bandas mexicanas, música alternativa,
de todo un poco.
La pregunta para Toño
Díaz fue ¿la gente sigue comprando casetes?, y no hubo duda en su
respuesta “claro, en mi tienda siempre he tenido casetes y
actualmente, pese a las nuevas tecnologías, existe un pequeño y
constante grupo de coleccionistas que siguen fieles a este formato.
Se especializan en alguna banda o género y quieren todo de su
artista favorito. Escuchar música en casete es una tendencia que se
mantiene, aunque su mercado es muy reducido, lejos de la fiebre del
vinil”.
Respecto a su calidad de
sonido, admite que depende del equipo reproductor “en su momento,
los estéreos o equipos modulares contaban con una buena tornamesa,
pero por lo común las caseteras eran de calidad regular o mala. Lo
ideal para escuchar este formato son las llamadas decks, del tamaño
de una videocasetera. Pero estos aparatos eran casi solo para
profesionales y aún existen”.
Pero si hoy los casetes
son asunto de coleccionistas, tuvieron su momento cumbre en los 80,
al combinarse con el reproductor walkman, demostrando así su
portabilidad casi mágica. Por primera vez podíamos llevar ajustado
a la cintura nuestra música favorita, y acompañarnos a hacer
ejercicio, ir a la escuela, al trabajo, a todos lados.
En el aspecto técnico se
componen de una carcasa de material plástico que contiene dos
carretes de cinta magnética capaz de grabar audio, cuyo uso
comercial llegó al mercado alrededor del año 1965. Los formatos más
estándar de cinta fueron la tipo 1, o normal (basada en óxido
férrico), la de cromo (óxido de cromo) y la cinta de metal.
EN EL PERIODISMO
El casete fue también por
muchos años de uso común en el periodismo, y es el reportero de El
Sol de Tampico, Gustavo García Luna, quien evoca su primer día de
trabajo en este diario hace 30 años, cuando salió a buscar las
noticias policiacas con su “grabadora reportera”, y al regresar a
la redacción le puso “play” a su grabadora para transcribir sus
entrevistas “todos los días usaba el casete para mi trabajo,
después algunos compañeros usaron el formato mini casete, luego
llegaron los dispositivos para guardar audio en archivo. Hasta que
aparecieron los celulares inteligentes que seguimos utilizando”.
Era (y sigue siendo) muy
fácil grabar música y hacer recopilaciones de las canciones
favoritas de nuestros discos o de las melodías que se trasmitían
por radio; esas selecciones musicales eran las playlist en formato
análogo. También el casete fue protagonista en el auge del llamado
audio automotriz, con toda su parafernalia de amplificadores,
woofers, bafles, cableados, etc. Y por supuesto que era
imprescindible para el conductor llevar bajo el asiento su estuche
lleno de casetes.
El declive del casete tuvo
varios momentos: al surgir la tecnología del disco compacto, la
aparición de los archivos digitales como el MP3 para comprimir y
almacenar música, el advenimiento de los dispositivos Ipod y
finalmente las aplicaciones vía streaming para escuchar música en
línea.
Hoy el casete sigue vivo
entre melómanos y aficionados al sonido. Es una mercancía que se
encuentra de manera recurrente en tiendas especializadas, en bazares,
mercados de chácharas y tianguis populares. Pero sobre todo el
casete se encuentra incrustado en la mente y el corazón de los que
vivieron esa época lejana, que hoy llamamos “la era análoga”.
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