Platicando de blues y del Karate Kid

Yo estaba en la secundaria cuando llegó la nueva ola del heavy metal británico con dos bandas que me cautivaron: Judas Priest y Iron Maiden. Era 1982 y en Tampico circulaba mucho la revista Conecte que incluía poster gigante, y donde los colaboradores usaban un lenguaje de la onda. En esa revista reiteraban que las tocadas de rock de bandas internacionales estaban prohibidas, y las de bandas mexicanas estaban por lo menos proscritas. 

Por eso me llamó la atención cuando anunciaban el festival de blues en el auditorio Nacional, con músicos gabachos, pero musicotes como Muddy Waters o Willie Dixon. Allí supe un poco de blues aunque no lo escuchaba todavía bien. Seguramente entre los discos de mis hermanos y familiares se colaban los acetatos de John Mayall, los primeros Rolling Stones u otros con fuerte estirpe blusera. 

Pero en 1983 escuché en vivo una guitarra de blues en el Tec Madero, era Sergio Mancera con el Three Souls in My Mind, no era rock, menos heavy metal: era puro blues, y yo tenía 14 años. Apenas entré a la universidad y conocí a cuates conocedores y coleccionistas de discachos de blues, casi todo importado. Así ya conocí más en forma a las leyendas de Chicago y de la América rural. 

Fui testigo del lanzamiento de la colección de blues de la disquera Peerles en México, por ejemplo compré y disfruté discos de Muddy Waters, BB King o Sonny Boy Williamson a precios muy bajos y de excelente calidad. Uno de los discos era del amo de la guitarra slide Elmore James, donde en la contraportada venía un reto magistral, decía: “si usted quisiera unirse a un grupo de rhythm and blues y no puede tocar Dust my Broom, OLVÍDELO”. 

Un poco antes fui a los Cinemas Gemelos 70 con una amiga de la secundaria a ver la película Encrucijada, estelarizada por el actor de la película El karate kid: Ralph Macchio. El tema del filme me dejó estupefacto: la trama habla de un chavo que busca una canción perdida de Robert Johnson para grabarla y hacerse famoso, y en ese camino repite la historia de Robert y casi firma un pacto con el diablo para venderle su alma. Muchos ubican esa película por la secuencia de un duelo de guitarras con Steve Vay. 

En el 92 ya no me aguantaba las ganas de tocar y me uní a la banda Ludella Bues Band tratando de tocar el bajo eléctrico; lo más maravilloso de aquello era ver y escuchar la forma de tocar la guitarra de Sergio Céspedes: para mí era la cúspide del blues, puro blues, acompañado por Víctor Hugo Tello en la batería y el Foco ¡en la armónica! Luego insistí y armé la banda Neblina Morada e incluí rolas de Bo Diddley y desde entonces traía como un emblema Hoochie Coochie Man del enorme Willie Dixon en versión Muddy Waters. 

Todos los guitarristas de rock que conozco y admiro han sido tocados por la magia del blues, aunque se reservan esa habilidad para momentos especiales. Hoy no me da pena ni miedo, y afirmo con orgullo: yo soy guitarrista. Quizá un día me anime a decir que soy guitarrista de blues, algún día. La era del coleccionismo de acetatos da paso al streaming, en spotify encontramos casi todo. Me gusta entrar a YouTube y recrearme el oído y las pupilas con leyendas vivientes como Buddy Guy, chavos como Joe Bonamasa, hermosas damas como Samantha Fish o Ally Venable, es un género inmenso y que se mantiene vivo y en buena forma. 

Y por supuesto que tenemos grupos nacionales como el Real de 14, con esa canción clásica Azul que hoy sigue siendo recreada por muchas bandas. En fin, que el blues me envuelve, lo siento, lo susurro en mi guitarra, a veces en un escenario con mi guitarra y al micrófono lo suelto, lo dejo ir ante la audiencia. 

Y bueno, en Tampico la banda Tampico Blues Company toma la estafeta blusera, encabezados por Lalo Chávez, ellos son una especie de colectivo sin sentido y con todas las pilas. Este sábado 2 de julio 2022 se presentan en el corazón de mi ciudad ¡en la plaza de Armas! Además dos bandotas: Monroy Blues y La Rambla. El blues sigue vivo en el corazón de la ciudad. 


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